Relatos de vida
Era un cálido amanecer en una isla perdida del Caribe, propicio para disfrutar del día, navegando por las tranquilas aguas del océano que se veía más azul que de costumbre.
Despreocupado de la vida y a bordo de un majestuoso yate, un millonario miraba hacia el horizonte pensando en lo poderoso que era: él podía hacer prácticamente todo cuanto le venía en ganas, como amanecer en Roma, almorzar en París y cenar en Londres, con solo solicitar al secretario su jet privado, o tener una reunión de negocios por la mañana, en plena ciudad y por la tarde aliviar tensiones esquiando a dos mil kilómetros de allí.
Pensaba además en todo lo que tenía no sólo en cuentas bancarias y empresas, sino en todas las propiedades alrededor del mundo. No había continente donde al menos no tuviera una casa o tierras.
Qué más se puede tener en esta vida?
Por si algo faltaba recordar, pudo completar su lista mental cuando alguien tras de sí lo tomó por la cintura y después de besar su cuello pronunció un “hola” con un tono mas sensual que su figura.
Ella, una rubia de ojos verdes y un metro ochenta, exhibía contornos que superaban la imaginación de cualquier hombre.
Esa mujer (20 años menor que él), era su acompañante a la que había elegido para pasar unos días en la paradisíaca isla.
Qué más se puede tener en esta vida?
Quitó su vista del horizonte cuando el capitán de la nave se presentó ante el y le solicitó permiso para zarpar.
El yate tenía una tripulación de unos 15 hombres, considerando personal de navegación, maestranza y servidumbre.
La nave zarpó. Sólo se escuchaba el deslizar del casco en el agua, no había una sola nube. Una suave brisa se adivinaba en la larga cabellera rubia de la joven.
Todo bajo control.
Un día inmejorable.
La sensación de tenerlo todo, todo lo que el más ambicioso de los hombres podría siquiera imaginar.
Sentirse el dueño del mundo a bordo de su poderoso yate, que un empleado suyo hubiera tardado 20 vidas en comprarlo.
Qué más se puede tener en esta vida?
Nada, nada más.
Todo lo tenía.
De pronto se escucharon gritos que provenían del interior de la nave, más precisamente de la sala de máquinas. No se inquietó demasiado pues su gente seguramente se ocuparía al instante de solucionar cualquier tipo de problema.
Pero algo que no estaba en sus planes del amanecer con la vista perdida en el horizonte, ocurrió: una explosión inexplicable desintegró la embarcación.
En sólo unos segundos la escena de la quietud, el control y la opulencia había cambiado: restos de la nave ardiendo por cien metros a la redonda, humo negro que trepaba frenético hacia el cielo y a un lado el resto del yate que se hundía finalmente en el océano que hasta hacía poco parecía de lo más amigable.
Súbitamente, el excéntrico millonario advirtió ser el único sobreviviente de la tragedia: no se escuchaban siquiera gritos de algún miembro de la tripulación y de aquella belleza de mujer tampoco quedaba nada.
Nada de nada.
Solo él, malherido, sangrando, intentando permanecer a flote sin siquiera un salvavidas a mano que quedara de su equipada embarcación de más de cinco millones de dólares.
El panorama era por demás aterrador: solo en el medio del océano a más de cuarenta kilómetros de una isla perdida, sin la menor esperanza de poder ser rescatado por alguien.
De pronto, entre el espeso humo que emanaba de los restos que parecían confabular en su contra permaneciendo encendidos, una luz tan brillante como el sol lo iluminó y le otorgó un respiro:
Al fin! Sos vos? Cuánto tardaste en llegar!
No creas, siempre llego justo a tiempo. Ni un minuto antes ni un minuto después.
Pero Dios! Que te costaba llegar unos minutos antes?
Dios?
No, me parece que estas confundido…
Pero si no sos Dios… quien sos?
NO!!
La muerte?????!!!!!
Lo lamento pero cuando lo entiendas verás que solo tengo mala prensa, yo soy tan natural como el nacimiento.
Solo quiero decirte que tu tiempo por ahora terminó. Aquí tengo la orden para llevarte conmigo.
No!, jamás!
Todavía tengo mucho por hacer, mucho por vivir. Vos no podés venir así como así y dejarme sin nada.
Sin que?
Sin nada!
Pero que crees que tenés?
Mirate! Mirate un poco! No tenés nada.
Nada de nada.
En este momento valdría mucho más un salvavidas que la más importante de tus empresas… vos creés que tenés algo?
Bueno… no lo tengo aquí, pero lo tengo!
Ah si? porque no pedís una lancha que te venga a buscar en menos de cinco minutos que es lo que te queda de vida?
No te das cuenta de lo que tenés?
Sólo te tenés a vos mismo.
Creo que deberías recordar el viejo proverbio que dice “que lo mas importante que tenés es lo que pudiera quedar a salvo después de un naufragio” y aquí se ve más que claro.
Tenés algo mas que a vos mismo?
No, no tenés nada.
Nada de nada.
Pero… esperá! negociemos, te tiene que interesar algo de lo que tengo!
Te dejo mis propiedades por un día más.
No.
Te dejo mis empresas y cuentas bancarias por una hora más.
No.
Te dejo todo, todo lo que tengo, dame al menos un minuto más.
No.
No entendiste nada. A mi nada me interesa y vos no tenés nada.
Nada de nada.
Por favor, tu tiempo expiró.
Firma aquí debajo.
No, no puedo perder mi vida!
Es lo único que siempre tuviste, pero no entendiste que era lo único.
Llenaste tu vida con nada y lo que hoy te queda es…nada.
Nada de nada.
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