Apuntes de vida, es un espacio para reflexionar, que es una forma de dudar, que es el mejor camino en la busqueda de la verdad en este misterio que hemos llamado vida.

Vida Propia

Era un bar, como tantos en Buenos Aires,
Si hay algo que pudiera distinguirlo a golpe de vista es que no estaba emplazado en las típicas esquinas porteñas, sino que se encontraba a mitad de cuadra frente a una plaza muy importante que ocupaba unas dos manzanas.
Su interior era cálido, bien iluminado y perfumado con olor a medialunas y café casi un símbolo inequívoco de los bares de la ciudad, su mobiliario era agradable, bastante moderno y en conjunción cromática con las paredes de tono pastel y un piso de baldosas cerámicas que se destacaban por su brillo. Pero era su ventanal, lo que mas se destacaba de su arquitectura ya que casi era tan grande como una pared del local, parecía algo así como una pantalla de cine porque a través de él se apreciaba una vista de la plaza espectacular: los árboles regalaban a los ojos su grandeza y su color logrando transmitir una paz difícil de explicar con palabras, los rayos de sol de la mañana a través de sus ramas movidas suavemente por el viento podían atrapar cualquier mirada distraída y envolverla mágicamente, casi como un efecto narcótico.
Cada mañana, aquel bar cobraba vida con la presencia de los mas variados clientes: un grupo de amigos que se reunían religiosamente todos los días a tomar un café, hablar de fútbol, política y arreglar un poco el mundo antes de ir hacia sus trabajos, madres que luego de dejar a sus niños en la escuela hablaban de lo inteligentes que eran sus hijos y de los defectos institucionales de la escuela, maestras y directores. También completaba la escena algún jubilado con su café con leche y diario en mano despreocupado por el tiempo, muchas veces perdiendo su vista en el parque como escarbando recuerdos, algún señor de traje y corbata que recibía varias llamadas a su celular al tiempo que revisaba algunas hojas mientras hacia cuentas con una calculadora y con cierto nerviosismo tomaba su café casi sin sentirle el gusto.
Pero cerca del centro del salón, en una mesa que casi obraba como propia se sentaba don Mario, un señor de unos cincuenta años que casi todos los días llegaba hasta aquél bar y luego de pedir su acostumbrado café en jarrito con dos medias lunas se disponía a perder su mirada por el ventanal que daba a la plaza y luego de unos minutos tomaba una especie de libreta, su lapicera y empezaba a escribir. Escribía un poco y se detenía, volvía su vista hacia el ventanal y su mirada parecía leer algo en aquella casi pantalla cinematográfica que parecía dictarle el texto que seguía, ese era el mecanismo básico y repetido de don Mario. Cuando terminaba de escribir, cerraba su libreta, guardaba su lapicera y acababa su café muchas veces frío, luego sus ojos buscaban a César el mozo que atendía su mesa para pedirle la cuenta que siempre sumaba la misma cifra debido a la recurrencia exacta de su desayuno.
Finalmente don Mario se levantaba, saludaba a César, se retiraba de aquél bar y se perdía caminando por la plaza.
Un buen día, don Mario llegó hasta el bar con unas cuantas hojas que sobresalían de una carpeta que parecía ser de cartulina, las apoyo sobre su acostumbrada mesa y ordeno su café con dos medias lunas como siempre.
Pero esta vez no escribió, solamente se dedicó a perder su vista por aquél preciado ventanal que tantas veces disparó su escritura.
Sus ojos parecían melancólicos, casi tristes pero aún conservaban la quietud que normalmente transmitían, se podía apreciar gestos de su cara que señalaban un definido diálogo interno, hasta que en un momento tomo un respiro profundo y acentuado que sirvió de fin a aquella meditación perdida en tan singular ventanal; luego levantando su mano le hizo un gesto a César , el mozo, para pedirle la cuenta.
Cuánto es, César?
Lo de siempre, don Mario!
Cuando el mozo le está dando el vuelto, siente que algo pasa y no se equivoca, don Mario lo esta mirando fijo, con los ojos inmóviles como queriendo expresar algo en silencio, así es que César también lo mira, pero en un modo exploratorio, como intentando entender lo que pasaba:
Esta bien Don Mario?
Si, claro. Solo le quiero decir que hoy vengo a devolver esta poesía que he escrito durante muchos días, aquí.
Perdón, no entiendo…
Le digo que esta poesía que yo he escrito en este lugar, no es mía, es de este lugar, del dueño de este local o de quien sea, pero no es mia y como no es mía he venido a devolverla.
Perdón, don Mario, pero creo que esta equivocado, si usted la escribió es suya, como va a ser de otro? lo que usted escribió salio de su imaginación, de su cabeza, al menos de su lapicera, pero de nada que tenga que ver con este lugar.
Se equivoca, venga, siéntese a mi lado y mire por ese ventanal. Ve el parque?
Si, lo veo.
No lo escucha?
A que se refiere?
A que si no lo escucha cuando habla. Hay veces que llego, empiezo a mirar por ese ventanal y la poesía brota sola, yo no la escribo, solo me limito a escribir lo que me dice, lo que transmiten esos árboles, son un verdadero símbolo de la existencia misma, con verlos, con sentirlos, infieren en mi todo lo que escribo, todo acerca de lo que quiero escribir, ya está en ellos, solo tengo que limitarme a escuchar y a escribir.
Pero…don Mario, si la plaza le transmite todo eso porque no va a la plaza y escribe allí?
Mi querido César, usted no esta viendo lo fundamental de esto y es este gran ventanal que tiene el bar, es como una puerta a la vida, a la existencia,
desde aquí puede verse todo lo que uno quiera saber, con solo mirar a través de él tanta vida allí fuera, por eso este bar tiene vida propia, se puede sentir cada pulso en cada segundo que uno mira para allí fuera.
Pero don Mario… a ver, usted no ha escrito alguna vez en otros bares?
Si
Y en otros lugares que sean bares?
También.
Y entonces? se da cuenta que lo que usted escribe sale de su imaginación y nada tiene que ver con el lugar donde lo hace?
Se equivoca, en los lugares donde yo he escrito tienen vida propia, como este bar.
Vida Propia?

Si, vida propia, viven por ellos mismos, generan, emanan, irradian, hasta hablan! uno solo tiene que escucharlos y ese bonito ventanal que usted tiene allí obra como una puerta a la verdad de la vida, es casi como una pantalla de cine donde uno puede ver lo que necesita, solo hace falta perder la vista en el y luego, todo ocurre.
Aquí, el mozo empezó a pensar que mas allá de estar hablando con un poeta, estaba hablando con un delirante, quizás con alguien que si bien desde fuera parecía una persona normal, evidentemente había perdido el juicio, así que trató de llevar la conversación a un punto que lo desembarazase de aquel enredo en el que sin querer se vio envuelto:
Que fantástico, don Mario nunca nos habíamos dado cuenta de lo que representaba ese ventanal, pero de cualquier manera el dueño de este local es una persona muy buena y desapegada de los bienes materiales, asi que no dudará en regalarle a usted todo lo que esa pantalla, digo, ese ventanal le ha dictado en forma de poesía, así es que llévelas , quédeselas con usted como si fueran suyas, tómelas como un regalo de la casa y no olvide que aquí puede volver cuando quiera.
Esta seguro de lo que me dice, en verdad puedo quedármelas como si fueran mías?
Si, claro hombre, son suyas, desde ahora, son suyas!
Don Mario tomó la carpeta de cartulina con las poesías en su interior y se dirigió hasta la puerta de aquél bar y desde allí sentenció:
Conste que se las quise devolver!
Vaya tranquilo Don Mario…
César se dirigió hasta la mesa en la que había estado don Mario para levantar la vajilla y hacer la limpieza, mientras tanto otro mozo que atendía otras mesas se acerco a César con la curiosidad de preguntarle que había pasado con ese hombre que se acababa de ir.
César, que pasó con ese tipo que se fue?
Ah!... buen tipo, viene siempre aquí, se toma un café mientras escribe mirando por el ventanal por que el tipo es poeta, entendés? Pero hoy se
vino con una carpetita con todas sus poesías porque dice que las quiere devolver porque en realidad no son de él, sino que son del dueño de este bar, porque el bar tiene vida propia y solo mirando por el ventanal uno empieza a escribir, porque el ventanal le muestra todo acerca de lo que quiere escribir, y le habla y que se yo!...esta mas loco de lo que parecía!
Mientras tanto y sin darse cuenta, César se fue acomodando lentamente en la silla donde estaba sentado don Mario y mientras le relataba lo sucedido al otro mozo, le señalaba el ventanal y su mirada, aunque no se lo proponía se iba perdiendo en la verde plaza que oficiaba de escenario inspirador.
Que increíble! (dijo el otro mozo) un tipo talentoso pero que ha perdido una chaveta!
Que lastima no? Yo muchas veces miré por el ventanal y a mí el muy desgraciado no me dijo nada! Ja ja…
Che, César viste que linda mañana?
Cesar?
Que?
Digo, que linda mañana…
La mañana?

La mañana
es como otra vida dentro de la vida,
es la película que todavía no empezó
y acumula expectativa en los segundos;
es el libro cerrado,
que dibuja enigmas con su tapa,
es el todo por hacer,
el terreno llano que a la noche
seguro se hará camino,
el juego que hay que jugar
sin conocer las cartas y reglas.
Son los planes que la existencia tiene para hoy,
la incertidumbre y el caos
en un cóctel explosivo de vivencias,
la sorpresa y la esperanza
de que quizás ocurra;
o el tobogán que nos desliza a lo que viene
sin preguntar a donde vamos.
Nada encierra tanta magia
como una tibia mañana.
Nada tiene tanto para dar,
sin haber prometido nada.
Nadie me ha regalado tantas hojas de colores
para que dibujase lo que quiera,
sin cuestionarme los trazos
como lo ha hecho
esta tibia mañana…

Che César, te sentís bien?
Si, porque?
Que lo parió!

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