RELATOS DE VIDA
Era un pueblo en la montaña.
En una casa muy humilde, vieja y descuidada vivía un viejo que en el pueblo decían que era un sabio, alguien al que se podía acudir cuando las respuestas a preguntas fundamentales de la vida parecían esfumarse ni bien se las formulaba, respuestas que no figuraban en ningún libro de ninguna biblioteca de ningún lugar.
Y era una mujer desesperada, que ya casi sin aliento buscaba algún camino que al menos la acercara a la felicidad, después de una vida de sacrificios y dedicación a los suyos esperaba cobrar el premio de la tan ansiada felicidad que por lo visto quedaba muy lejos de sus días.
Lo pensó mucho, pero habiendo recorrido ya cientos de veces las preguntas que explicaran el porque de su infelicidad sin tener explicación alguna decidió, casi en silencio y secreto recurrir a la ayuda del sabio.
El viejo era casi un ogro, no muchos le conocían la voz, si bien los sabios hablan poco este casi ni hablaba y era raro verlo por el pueblo.
Lo cierto es que la mujer se decidió y fue en busca de una respuesta; así, en una tarde de Otoño cuando sus hijos estaban en la escuela y su marido en el trabajo se dirigió hasta la casa del viejo.
Al llegar a la vieja casa, golpeo una puerta de madera hecha con unas tablas mal clavadas y casi podridas en la que ya casi no se adivinaba el color de la pintura, pero nadie salió. Insistió nuevamente golpeando esta vez más fuerte, pero tampoco ocurrió nada, hasta que decidió hacer el último intento y nuevamente golpeó tres veces, esta vez con la mano abierta para provocar mas ruido.
Aguardo unos segundos y casi cuando ya se estaba volteando para regresar se abrió la puerta.
Apreció un anciano de una edad difícil de calcular a simple vista, su cara tenía arrugas como una impronta imborrable del paso del tiempo enmarcada con su larga cabellera blanca y una barba desprolija que cubría parte de su pecho.
Lo más sobresaliente era su mirada, de ojos color miel que casi se sospechaban tras sus párpados entrecerrados siempre, como los de una vista que se pierde en el horizonte.
Su vestimenta era una especie de túnica gris hasta los pies, en algunas partes rota y sucia sobre todo, al tiempo que en su torso tenía una especie de vieja manta color bordo dispuesta a manera de una chalina.
Sin hablar una palabra, levantó un poco su mirada y observó a la mujer manteniendo la vista en ella por unos segundos, lo que la obligó a hablar ya que sabía del lenguaje casi silencioso del viejo.
Maestro necesito hablar con usted (suplicó).
El viejo siguió mirándola sin esbozar una palabra, hasta que en un momento levantó su brazo derecho y muy suavemente con su mano le hizo un gesto como para que pasara a su casa.
Dentro de la casa había una pequeña mesa de madera con dos sillas en las cuales se sentaron. El lugar estaba en penumbras, la casa era muy oscura, solo entraba un poco de luz por una pequeña ventana cubierta por una tela que colgaba a manera de cortina.
El vieja froto sus manos y luego con la derecha tomo su barba, como esperando el comienzo del relato.
Maestro (dijo la mujer) vengo a verlo porque estoy desesperada, he vivido toda esta vida esforzándome en todo lo que hice, dando siempre lo mejor de mi, dedicándome por completo a la tarea que llevase a cabo en cada oportunidad… pero nunca he alcanzado la felicidad.
El anciano esbozó una mueca con sus labios y un pómulo, como sabiendo exactamente cual era la cuestión en danza, como adivinando de que se trataba y sabiendo exactamente lo que seguiría en el relato y mas aún de cómo terminaría.
El anciano movió la cabeza como en un símbolo de aprobación, para que continúe con su el relato, así la mujer prosiguió:
Desde niña, me he esforzado en ser una buena alumna la escuela, ya que mi madre solía repetirme que para ser alguien en la vida debía estudiar y obtener buenas notas, porque así podría con seguir un buen empleo ganar dinero y no tendría que pasar penurias económicas como ella lo había pasado con mi padre que por no haber podido estudiar debía resignarse a magro sueldo de operario, o bien podía ser elegida por algún hombre de negocios que valorar mi belleza y mi cultura.
Así fue que dejé la escuela con las mejores calificaciones y pude emplearme en la oficina de correos del pueblo, pero aún así, no era feliz.
Luego conocí a mi primer marido, un buen hombre, comerciante, muy trabajador del cual me enamore y me case luego de algunos meses de noviazgo.
Los primeros años fueron algo difíciles por que nuestra economía dependía de los negocios de mi marido que por entonces tenían serios altibajos, además ni siquiera teníamos nuestra propia casa, vivíamos en un lugar que un tío mío nos había prestado.
Siempre deseaba tener mi propia casa, pensado en que realmente cuando la tuviera sería feliz. La economía mejoró y mi marido y yo trabajamos muy duro hasta que pudimos comprar una casa y armar nuestro tan ansiado hogar.
Compramos una casa grande y bonita, muy iluminada en la parte norte del pueblo, pero al tiempo que la compramos me di cuenta que ya no me satisfacía, que tampoco era feliz.
Creí que en realidad la felicidad la alcanzaría cuando sería madre, quizás era eso era lo que en realidad me estaba faltando, así que lo hable con mi marido y le manifesté mi sueño de ser madre.
Pasado un año de esto nació mi primer hijo y luego de dos años decidimos tener nuestro segundo hijo que resultó ser una hermosa nena.
Tenia un marido, un hogar, dos hijos… tenía todo lo que una mujer puede querer para ser feliz, pero no era feliz.
El tiempo paso, los días se calcaron y la vida tornó rutinaria, al punto que el amor con mi marido se fue diluyendo hasta que prácticamente se esfumó. Así, decidimos que lo mejor era separarnos y que cada uno haga su vida.
Entonces, busque a un hombre que realmente me hiciera feliz, que sea más cariñoso, que cuidara de mi, con el cual podría pasar hasta el último de mis días. Una hermosa tarde de primavera conocí al que estaba segura que sería el hombre de mis sueños, era tal como lo había imaginado y pensado. Estábamos fascinado el uno con el otro, así que decidimos vivir juntos.
Su situación económica era holgada así que además accedí a una mejor calidad de vida, así como también pude tener contacto con la gente más importante y adinerada del pueblo. Viajamos y conocimos lugares que jamás había imaginado, pero cuando todo terminaba me daba cuenta que no era feliz.
Posteriormente, el tiempo obró como el mismo verdugo que mató mi primer amor y los días volvieron a ser rutinarios, pesados y vacíos … igual que antes.
Me doy cuenta que hoy tampoco soy feliz.
Pero dónde vive la felicidad?
Donde está?
Porque cuando uno hace lo que tiene que hacer y tiene lo que le dijeron que tenía que tener para ser feliz, aún así no lo es?
Es acaso la felicidad un fantasma?
Es acaso una mentira?
Por que es tan difícil de encontrarla si la he buscado en miles de lugares, dejando lo mejor de mi?
Porque después de tantos años nunca, con nada la he encontrado?
El anciano cerró los ojos, y hasta los apretó un poco.
Tomo un respiro, como un preámbulo de su palabra, luego la miró fijo un largo rato, e hizo un silencio dentro de su silencio.
Maestro podrá usted responderme?
Estoy desesperada, me siento vacía después de haber hecho todo, todo lo que tenía para hacer en esta vida.
Donde tengo que buscar?
Donde tengo que ir?
Que más tengo que hacer?
El anciano, que permanecía mirando el piso, como pensando sus palabras, levantó la cabeza y le dijo:
Nunca has pensado en mirar para otro lugar que no sea para afuera?
Dos largos minutos de silencio se sumaron al acostumbrado silencio de aquel viejo sabio.
Muchas lágrimas brotaban de los ojos de aquella mujer que, perdiendo su mirada en la del viejo dijo:
Gracias, maestro, ya entendí.
Apuntes de vida, es un espacio para reflexionar, que es una forma de dudar, que es el mejor camino en la busqueda de la verdad en este misterio que hemos llamado vida.
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