La tierra que lanza gritos, pareciendo que se enoja.
Temblando de furia, y no de miedo
cumple la secuencia del programa
que alguien ordena, en algún lado.
Debajo de los escombros, se firman actas de defunción
aunque la vida,
pulse por vivir y resista hasta el rescate, de tanto en tanto.
Muerte y dolor.
Incertidumbre en el cenit, al cien por cien.
Los símbolos se quiebran y enmudecen
y los libros sagrados se releen
buscando algún pasaje que lo explique
y redondee un veredicto.
Parece ser
que los dioses a veces se descuidan
y descargan su histeria a quemarropa
con el primero que se cruce en el camino;
desoyendo las plegarias recurrentes
que claman piedad en cada diástole,
o quizás…
el universo cumpla con su lista de tareas
y ni siquiera sospeche del dolor de la conciencia humana
haciendo salir el sol por la mañana
y desbordando vida por doquier, en otro lado.
Ay, Haití!
Te veo a vos y veo al mundo,
veo la vida
y la existencia en carne viva
y no se porqué,
me veo a mi.
Temblando de furia, y no de miedo
cumple la secuencia del programa
que alguien ordena, en algún lado.
Debajo de los escombros, se firman actas de defunción
aunque la vida,
pulse por vivir y resista hasta el rescate, de tanto en tanto.
Muerte y dolor.
Incertidumbre en el cenit, al cien por cien.
Los símbolos se quiebran y enmudecen
y los libros sagrados se releen
buscando algún pasaje que lo explique
y redondee un veredicto.
Parece ser
que los dioses a veces se descuidan
y descargan su histeria a quemarropa
con el primero que se cruce en el camino;
desoyendo las plegarias recurrentes
que claman piedad en cada diástole,
o quizás…
el universo cumpla con su lista de tareas
y ni siquiera sospeche del dolor de la conciencia humana
haciendo salir el sol por la mañana
y desbordando vida por doquier, en otro lado.
Ay, Haití!
Te veo a vos y veo al mundo,
veo la vida
y la existencia en carne viva
y no se porqué,
me veo a mi.
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