Tesoro sin escondite

La angustia sabe
que una tarde de lluvia es propicia
para inyectar la dosis de melancolía
que vaya a rescatar
migajas de felicidad del pasado,
esos instantes de esmeralda
que el tiempo archivó en la historia,
para traerlos al presente
en forma de bocanadas de aire
para un alma en pena.
Una mañana de sol es propicia
para quitarle el polvo a la esperanza
y dejarla reluciente
pensando que todo puede cambiar.
Mientras la mente
traza planes y calcula costos
el miedo se disfraza de optimismo
y declara convencido
que la felicidad, vendrá sin duda
un día de estos.
Vemos hacia todos lados,
menos, en donde estamos.
Miramos sólo donde hay luz,
donde se ve,
donde la evidencia promete al menos
un atisbo, una traza o una huella
de un vestigio de felicidad.
Quizás, ese tesoro
que buscamos en todas direcciones
este tan cerca nuestro que no lo veamos,
como si estuviera, por ejemplo
dentro
de nosotros mismos.