No es necesario
beber una copa de champagne
al borde de una piscina;
estar bajo el sol
de una isla en el caribe
o fumar un habano
mirando por la ventana
de un hotel cinco estrellas.
Se trata de exprimir cada segundo
como si fuera el último,
se trata de encontrar un tesoro
detrás de la sombra
de cada átomo de aire respirado
y convertirlo en universo.
Se trata, de celebrar la vida.
Con la brisa de una mañana de primavera,
el calor de una tarde de verano
con el vacío del otoño
o el agudo frío del invierno.
Celebrar la vida en cada paso,
cada camino, cada caída
y cada golpe de timón intentado.
Celebrar la felicidad de las sonrisas
sinceras e inocentes
y en la inocencia de las risas
que se ríen por reír,
en el baile espontáneo del alma,
en los segundos de amor
de horas de oro.
Hasta en el dolor,
en la falta y el sufrimiento
porque es vida lo que duele
y porque nada es eterno.
Celebrar en el hospicio,
si es que hay pulso todavía
y antes de alucinar algún milagro
celebrar, mientras hay vida.
Celebrar, es solo darle
el valor exacto a los latidos,
sin perderse ni un segundo de la escena
es celebrar la existencia porque sí,
cuando se hace cuerpo la conciencia.
Es ir más allá de las plegarias
que se edifican a los dioses,
con un tácito egoísmo
escondido detrás
de las columnas de los miedos.
beber una copa de champagne
al borde de una piscina;
estar bajo el sol
de una isla en el caribe
o fumar un habano
mirando por la ventana
de un hotel cinco estrellas.
Se trata de exprimir cada segundo
como si fuera el último,
se trata de encontrar un tesoro
detrás de la sombra
de cada átomo de aire respirado
y convertirlo en universo.
Se trata, de celebrar la vida.
Con la brisa de una mañana de primavera,
el calor de una tarde de verano
con el vacío del otoño
o el agudo frío del invierno.
Celebrar la vida en cada paso,
cada camino, cada caída
y cada golpe de timón intentado.
Celebrar la felicidad de las sonrisas
sinceras e inocentes
y en la inocencia de las risas
que se ríen por reír,
en el baile espontáneo del alma,
en los segundos de amor
de horas de oro.
Hasta en el dolor,
en la falta y el sufrimiento
porque es vida lo que duele
y porque nada es eterno.
Celebrar en el hospicio,
si es que hay pulso todavía
y antes de alucinar algún milagro
celebrar, mientras hay vida.
Celebrar, es solo darle
el valor exacto a los latidos,
sin perderse ni un segundo de la escena
es celebrar la existencia porque sí,
cuando se hace cuerpo la conciencia.
Es ir más allá de las plegarias
que se edifican a los dioses,
con un tácito egoísmo
escondido detrás
de las columnas de los miedos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario