Islas de Muerte

Eran días de manos apretadas,
de país enfermo
que huele a muerte.
La plaza de la historia, veía asombrada
como miles de almas
alzaban estandartes
y con sus gritos encendían
una vela al demonio.
Ojos perdidos.
Miedo que brotaba
desde la sangre misma
con la angustia,
convertida en gigante.
Dolor.
Profundo, agudo, intenso.
Cabezas sin cerebro que dirigían
lustrando el poder
que confiere la impotencia
y ordenaban la lucha cuerpo a cuerpo
con actas de defunción en mano.
Allí fueron los chicos.
Con más desesperación que técnica,
con más alma que armas,
con más temor que esperanza.
Y quedó solo el viento
silbando entre cruces de madera
su melodía de muerte y llanto.
Allá quedaron los chicos.
Sin ninguna bandera
-de las tantas que los empujaron-.
Sus madres, aún hoy
siguen acunando el vacío
de sus almas y sus vidas.
Allá quedaron los chicos.
Diluidos en la historia,
perdidos en la memoria
como víctimas de intereses.
En el vacío de las islas,
Sus almas
quizás se sigan preguntando
quien se acuerda
de Malvinas