Aunque la mente se proponga rotular
y divida en dos columnas, según sus intereses
nada puede soslayar
la dualidad de la existencia.
En el otro extremo del amor, habita el odio
y al otro lado de la paz, vive la guerra;
el cielo en el cenit y el infierno en el nadir,
el agua en una punta y el fuego en otra
basculando entre átomos y moléculas.
Y yo,
(como una humilde porción de universo)
no puedo ser otra cosa
que un estado oscilatorio de sentidos yuxtapuestos.
Cuando vengas por mí, a tocar mi puerta
cuida de llamarme con tus manos,
no con tu espada
porque aunque siempre atienda un monje tibetano
a veces suelo soltar
a un guerrero samurai
que tengo atado.
y divida en dos columnas, según sus intereses
nada puede soslayar
la dualidad de la existencia.
En el otro extremo del amor, habita el odio
y al otro lado de la paz, vive la guerra;
el cielo en el cenit y el infierno en el nadir,
el agua en una punta y el fuego en otra
basculando entre átomos y moléculas.
Y yo,
(como una humilde porción de universo)
no puedo ser otra cosa
que un estado oscilatorio de sentidos yuxtapuestos.
Cuando vengas por mí, a tocar mi puerta
cuida de llamarme con tus manos,
no con tu espada
porque aunque siempre atienda un monje tibetano
a veces suelo soltar
a un guerrero samurai
que tengo atado.
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