En el límite hay un punto de inflexión,
que divide los opuestos
decididamente yuxtapuestos;
un verdadero equilibrio inestable
que bascula hasta caer en uno de los lados.
Allí,
es donde la suerte se balancea
caminando por un hilo delgado, hacia delante;
como avanzando al tiempo y esperando algo.
En el centro de gravedad del claroscuro
parece generarse yacimientos de retruécanos
que se confunden y dividen en dos bandos,
allí,
donde la probabilidad se parte en dos
se justiprecia un metro de libertad
y un segundo de aire puro.
Pero en esa línea
(tan fina como pueda imaginarse)
es donde termina la meseta
y sobreviene el abismo inclaudicable,
que asegura un camino sin regreso.
En el límite,
se divide el blanco del negro
y la vida de la muerte,
allí,
es donde se derrumban las teorías,
los supuestos y los rezos;
donde aparece irremediable la existencia
que, agitando el cubilete
juega la partida que decide el juego
y convierte la línea en punto.
Justo allí,
en el límite.
que divide los opuestos
decididamente yuxtapuestos;
un verdadero equilibrio inestable
que bascula hasta caer en uno de los lados.
Allí,
es donde la suerte se balancea
caminando por un hilo delgado, hacia delante;
como avanzando al tiempo y esperando algo.
En el centro de gravedad del claroscuro
parece generarse yacimientos de retruécanos
que se confunden y dividen en dos bandos,
allí,
donde la probabilidad se parte en dos
se justiprecia un metro de libertad
y un segundo de aire puro.
Pero en esa línea
(tan fina como pueda imaginarse)
es donde termina la meseta
y sobreviene el abismo inclaudicable,
que asegura un camino sin regreso.
En el límite,
se divide el blanco del negro
y la vida de la muerte,
allí,
es donde se derrumban las teorías,
los supuestos y los rezos;
donde aparece irremediable la existencia
que, agitando el cubilete
juega la partida que decide el juego
y convierte la línea en punto.
Justo allí,
en el límite.
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