El tiempo no ha brotado de la nada,
ha crecido en terrenos de incertidumbre
sembrado por la mente
como una necesidad imperativa
de atornillar golletes a su paso,
como una garra desesperada que intenta
afirmarse a la existencia en algún punto.
Nada es más implacable que un reloj
para rotular los pasos
y ultimar la libertad en cada esquina.
Nada peor que dos agujas
para dibujar metas que no existen
y pintar la vida en acuarela;
para condicionar vivencias al compás
y escribir sentencias de papel
con el pulsar de un segundero.
Quién define las horas y segundos
sino quien las define?
Vivimos con el tiempo sin que viva,
y vamos pintando vida
clavando mojones cada tanto,
casi sin advertir
que si nadie aprieta los botones del cronómetro
el tiempo se detiene
y se vive sin tiempo,
como por arte de magia.
ha crecido en terrenos de incertidumbre
sembrado por la mente
como una necesidad imperativa
de atornillar golletes a su paso,
como una garra desesperada que intenta
afirmarse a la existencia en algún punto.
Nada es más implacable que un reloj
para rotular los pasos
y ultimar la libertad en cada esquina.
Nada peor que dos agujas
para dibujar metas que no existen
y pintar la vida en acuarela;
para condicionar vivencias al compás
y escribir sentencias de papel
con el pulsar de un segundero.
Quién define las horas y segundos
sino quien las define?
Vivimos con el tiempo sin que viva,
y vamos pintando vida
clavando mojones cada tanto,
casi sin advertir
que si nadie aprieta los botones del cronómetro
el tiempo se detiene
y se vive sin tiempo,
como por arte de magia.
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