Cuarto de basura

He visto las miserias del pasado

que esconde el alma,

en alguna parte.

Están en un cuarto, en penumbras

con paredes sin revoque

que huelen a podrido

y a ladrillo húmedo.

Un hombre se hamaca sobre sí mismo

sentado en una silla rota

de madera y paja

y con marcada esquizofrenia

agita su cabeza,

sobre aristas de locura.

Sus ojos, perdidos,

que ya no miran, pero imploran;

su piel de lepra

no es peor que su boca

que, ya sin dientes

chorrea baba.

Allí está.

Esperando que alguien lo visite,

de vez en cuando.

Allí está.

En algún cuarto del alma,

afortunadamente lejos

del living luminoso y recién pintado

que exhiben nuestras caras.

Allí esta.

Guardando las cenizas de los miedos,

y apantallando algunas brasas,

cuidando las heridas mal curadas

y los sueños rotos

que las lágrimas rotularon

como imposibles, algún día.

La angustia y la soledad

saben como llegar

exactamente en un segundo

y tienen los planos del camino

bajo llave.

A nadie escapa,

este cuarto de basura maloliente

que permanece allí, siempre;

aunque estemos en escena

con una máscara que dibuje sonrisas

y el mundo nos aplauda.