Supe encontrar versos perdidos
en la recurrente lluvia de otoño,
que suele recitarlos
en cada gota que destila.
Pude escuchar estrofas enteras
en lunas de cielo claro
de esas, de pinceles tibios
que pintan noches de Enero.
He visto el universo
al borde de una mirada
y he sentido la mañana
con solo subirme a un rayo de sol.
He visto la vida.
He visto la muerte.
Las vi jugando a todo o nada
un día, de madrugada
sentadas en la cornisa del azar.
Puedo ver el amor, en una pupila
y una historia de amantes
en una taza de café.
Puedo ver a Dios, en cualquier cosa
al cielo, en una tarde rojiza
al hombre del otro lado del mundo,
a la vuelta de mi casa
y ver aún con vida al niño que fui,
en cada uno de mis pasos.
Quizás, vea lo que está
y no se ve.
Quizás, sienta lo que pasa,
sin pasar.
Quizás, vea la vida
a través de ningún cristal
o quizás, sean estos ingenuos ojos
que se empecinan en ver la vida
con forma de poesía.
en la recurrente lluvia de otoño,
que suele recitarlos
en cada gota que destila.
Pude escuchar estrofas enteras
en lunas de cielo claro
de esas, de pinceles tibios
que pintan noches de Enero.
He visto el universo
al borde de una mirada
y he sentido la mañana
con solo subirme a un rayo de sol.
He visto la vida.
He visto la muerte.
Las vi jugando a todo o nada
un día, de madrugada
sentadas en la cornisa del azar.
Puedo ver el amor, en una pupila
y una historia de amantes
en una taza de café.
Puedo ver a Dios, en cualquier cosa
al cielo, en una tarde rojiza
al hombre del otro lado del mundo,
a la vuelta de mi casa
y ver aún con vida al niño que fui,
en cada uno de mis pasos.
Quizás, vea lo que está
y no se ve.
Quizás, sienta lo que pasa,
sin pasar.
Quizás, vea la vida
a través de ningún cristal
o quizás, sean estos ingenuos ojos
que se empecinan en ver la vida
con forma de poesía.
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