Allí,
donde las brújulas pierden el norte para siempre,
donde esta todo, aunque no se sepa nada;
donde no hay arriba, ni abajo
y cae de rodillas el más sabio de los sabios.
Allí,
donde las aguas se dividen y toman cauces separados
para caer irremediables, en la misma fuente que las surte.
A un lado,
el temor e incertidumbre envueltos en plegarias,
mientras se aprietan talismanes en los puños
para darle más fuerza al alegato.
Monumentos y templos infinitos
como una señal de ¨ aquí estamos ¨,
y bibliotecas con todas las palabras por decir
respondiendo la más circular de las preguntas.
Del otro lado,
Mezcla de silencios ignorantes,
con reloj que mide los segundos en billetes;
o tal vez, conciencias adormecidas
que nada tienen que perder,
ni nada tienen por dejar.
O quizás los valientes, aquellos
que doblegaron demonios en contiendas religiosas
para que el cerebro deje de sembrar preguntas
y entremezcle alguna bomba cada tanto.
Allí.
Donde al fin se escucha el sonido del silencio
y la verdad,
se define por presencia y sin palabras,
allí, justo allí
la existencia,
que no conoce de miedos y deberes
ya tiene escrito el diario de mañana,
pasa mirando los dos lados, escondiendo
su sonrisa en una mueca que sentencia:
Porqué perderán el milagro de la vida
haciéndose preguntas sin respuesta?
donde las brújulas pierden el norte para siempre,
donde esta todo, aunque no se sepa nada;
donde no hay arriba, ni abajo
y cae de rodillas el más sabio de los sabios.
Allí,
donde las aguas se dividen y toman cauces separados
para caer irremediables, en la misma fuente que las surte.
A un lado,
el temor e incertidumbre envueltos en plegarias,
mientras se aprietan talismanes en los puños
para darle más fuerza al alegato.
Monumentos y templos infinitos
como una señal de ¨ aquí estamos ¨,
y bibliotecas con todas las palabras por decir
respondiendo la más circular de las preguntas.
Del otro lado,
Mezcla de silencios ignorantes,
con reloj que mide los segundos en billetes;
o tal vez, conciencias adormecidas
que nada tienen que perder,
ni nada tienen por dejar.
O quizás los valientes, aquellos
que doblegaron demonios en contiendas religiosas
para que el cerebro deje de sembrar preguntas
y entremezcle alguna bomba cada tanto.
Allí.
Donde al fin se escucha el sonido del silencio
y la verdad,
se define por presencia y sin palabras,
allí, justo allí
la existencia,
que no conoce de miedos y deberes
ya tiene escrito el diario de mañana,
pasa mirando los dos lados, escondiendo
su sonrisa en una mueca que sentencia:
Porqué perderán el milagro de la vida
haciéndose preguntas sin respuesta?
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