Apuntes de vida, es un espacio para reflexionar, que es una forma de dudar, que es el mejor camino en la busqueda de la verdad en este misterio que hemos llamado vida.

SIN RECETA

Alejandra es una bonita joven de treinta años, esta casada y tiene 2 hijos. Su vocación por la actuación, mezclada con su belleza y talento la fue llevando de a poco a varios programas de televisión y a los escenarios de algunos teatros. La vida le sonríe. La felicidad es moneda corriente. Que más se le puede pedir a la vida? Un día, mientras se maquillaba frente al espejo (aliado incondicional de su figura ) notó que algunas manchas habían aparecido en su piel, a las que intentó limpiar en primera instancia creyendo (o intentando creer) que solo era suciedad. Pero se hacía tarde para el ensayo y después de todo, no era tan importante, solo que cuando uno trabaja con su cara cualquier defecto siempre se ve sobreestimado, ya que cualquier persona común no le hubiera prestado demasiada atención( pensaba ) así que sin más planteos marchó hacia el teatro. A los pocos días, mientras servía el desayuno a sus hijos y preparaba el café para su marido y para ella, al querer asir su taza de café notó que sus dedos se entumecían y la taza de café cayó al piso. Su marido, inmediatamente levantó la taza y limpió el café derramado, porque ella se había quedado tiesa. Sus ojos perdidos, como de piedra, derramaban desconsoladamente lágrimas: Alejandra sospechaba que aquello era algo más que un pequeño accidente casero, era el comienzo de algo que no sabía bien qué era, pero seguro tendría relación con algunas manchas moradas que había descubierto la noche anterior mientras se bañaba. Cuando consiguió calmarse, le confesó a su marido lo de las manchas y que la taza no se había caído por accidente sino porque sus dedos se habían endurecido momentáneamente, sin responderle. Así es que deciden consultar a su medico habitual quien le dice que no hay demasiados motivos para alarmarse, que puede ser un principio de reuma o de un hecho circunstancial y que las manchas suelen ser cosas casi normales para cualquier persona, solo que ella por ser actriz lo veía magnificado. La respuesta no los convenció demasiado, así que fueron a consultar a otros médicos, ya con la opinión de familiares y amigos, pero los diagnósticos resultaban demasiado elementales, dejando la sospecha de no conocer exactamente el mal que la aquejaba. Pero algo estaba pasando, no solo las manchas iban en aumento sino que sus articulaciones le molestaban al punto que le dificultaban el caminar, su piel se deterioraba y ponerse de cuclillas era toda una epopeya. En resumen, se sentía ni más ni menos que una anciana. Habiendo agotado casi todos los caminos, un día fue a visitar un médico inmunólogo destacado, uno de los mejores del país. Así es que el médico viendo su aspecto y teniendo en cuenta los síntomas y todos los estudios que ya se había realizado, le ordenó algunos exámenes nuevos para redondear su diagnóstico, aunque ya tenía una clara sospecha. En menos de diez días Alejandra regresó con los estudios realizados al consultorio del afamado galeno. El médico, frunció el ceño mientras revisaba los exámenes y Alejandra, viendo la expresión de aquél al leerlos, casi adivinaba su final: Alejandra… lamento informarle que usted tiene una enfermedad llamada esclerosis sistémica, de la cual nada se sabe ya que son tan pocos los casos en el mundo, que la medicina aún no se ha ocupado de ella acabadamente. Solo puedo decirle que es una enfermedad auto inmune, es decir que su cuerpo ataca a su propio cuerpo, entrando en un círculo vicioso que lo degrada día a día, es algo así como una especie de suicidio en dosis… Lamentablemente no tiene cura. No vaya usted a lugares que le prometan milagros porque nada puede hacerse. El tiempo que le resta de vida es absolutamente incierto, puede ser de cuatro meses, dos años… no se sabe. Lo único que puedo hacer en darle una medicina que compense en parte el deterioro que su cuerpo le cause e ir chequeándola periódicamente mediante estudios para ver cómo evoluciona la enfermedad. Tenga en cuenta que usted va a ir viendo deterioros continuos, algunos de los cuales la van a obligar a internarse, para ir compensando el avance de su enfermedad. Siento profundamente expresarle que para su enfermedad, la medicina no tiene ninguna receta. Era un día con un cielo azul, diáfano, pero Alejandra lo veía negro: una vida feliz que súbitamente se derrumbaba y la ponía al borde del abismo con los ojos vendados, pero que más allá de perder el aliento, no podía hacer otra cosa que seguir caminando. Pero en qué dirección? En qué sentido? Con qué futuro? Al volver a su casa, vio a sus dos pequeños hijos y no pudo evitar pensar: Cuál de estos días será el último que los vea? Cuál será el último beso que pueda darle a mi marido? Tendré que sepultar yo misma mi vocación por la actuación, ya que nunca más podré subir a un escenario? Mientras tanto, Alejandra peregrinaba por oscuros pasillos de la vida, una vida que hasta hace poco había sido de sol y primavera, pero sin embargo en ese momento se había convertido en una noche tormentosa del más crudo de los inviernos… Durante los cuatro primeros meses sus estudios mostraron el avance de la enfermedad, aunque al año, los valores parecían indicar un pequeño freno, algo así como una difusa meseta oscilatoria. Pero hubo un tiempo en que Alejandra se alejó del médico y renunció a sus acostumbrados controles, que poco le aportaban a su salud. Luego de seis meses volvió al consultorio, con un ánimo fabuloso, mucho mejor físicamente y con una mirada que desprendía vida en cada pestañeo. Alejandra! pero qué bien se la ve! Me estaba preocupando por usted ya que no vino durante meses a sus acostumbrados controles. Mi secretaria la llamó en reiteradas oportunidades a su celular que parecía apagado y honestamente… temía lo peor. Doctor quiero que me ordene todos los estudios para que pueda evaluar en qué nivel está mi enfermedad… Sí, claro, por supuesto! pero me sorprende verla tan bien, de tan buen semblante, de tan buen ánimo… Así fue que el médico le ordenó los exámenes rutinarios, ahora con gran curiosidad por encontrar la respuesta a tan positivo cambio de su paciente. A los pocos días Alejandra volvió al consultorio con los estudios en mano, ansiosa por conocer qué decía la medicina de su estado de salud. El médico, esta vez, no pudo contener su cara de asombro mezclada con alegría mientras leía los resultados. No puedo creerlo! Tiene usted una total remisión de la enfermedad! Cómo? Que usted está completamente curada, sus valores son absolutamente normales! Es increíble! El médico olvidó los formalismos que normalmente acartonan a los profesionales de su tipo y se confundió con Alejandra en un abrazo apretado, que parecía eterno, mientras los dos no pudieron evitar emocionarse hasta las lágrimas. Luego se miraron el uno al otro y después de tomar un respiro que les devolviera la voz, la curiosidad del médico fue más allá de los profundos conocimientos de su especialidad médica y decidió preguntarle a su paciente: Alejandra, lo importante es que usted esté curada, no importa otra cosa, eso está claro, pero por favor dígame la verdad, para mí es muy importante. En todo este tiempo que usted no vino al consultorio a realizarse los exámenes periódicos fue a algún otro lado? Consultó con algún otro profesional? En otro país? Confió en alguna persona con poderes paranormales o algo así? No, doctor, nada de eso. Todo fue mucho más simple. Mi vida estaba en el límite. No había mucho más por perder. Sólo tenía todo el tiempo que quedaba para mí, para hacer lo que aún podía hacer y eso fue lo que siempre tuve presente y jamás desperdicié. Así es que disfrute de cada segundo con mis hijos, ya que no sabía si al otro día me iba a poder levantar, desmenucé cada gesto, cada mirada, cada caricia, cada segundo podía hacerlo tan largo como yo quisiera hasta eternizarlo. Viví solo el presente, solo el segundo en que respiraba. El pasado para mí ya no existía porque nada significaba, qué sentido tendría mirar para atrás? y el futuro… el futuro era solo una utopía. Sentí el amor de mi marido como nunca antes y descubrí en cada centímetro cuadrado de su ser algo nuevo, que antes por distraerme con la rutina ni siquiera sospechaba. Entendí su mirada, ya casi no nos hacía falta hablar. Amé con real desinterés todo cuanto pude, olvidé los rencores y llamé a todas las personas con las que había tenido diferencias y les pedí perdón a algunas y perdoné a otras. Ninguna disputa tenía sentido, ya no había tiempo para sostenerlas. Pude comprender que la vida no es contar cumpleaños y anotarlos en la historia como medallas, sino vivir el instante plenamente, que un segundo puede ser un universo y una vida entera un gran vacío si solo se vive durando. Solo eso, solo eso hice. Mi cura es solo… consecuencia. Estoy fascinado. Me ha dejado sin aliento. Mas allá de todo mi conocimiento, hoy usted me deja una de las lecciones más valiosas de mi vida profesional y de mi vida como ser humano: cuando la medicina no alcanza para curar el cuerpo, sólo el espíritu puede salvarnos. Lo único que usted ha hecho es vivir cada segundo de su vida como si fuera el último… y eso verdaderamente la ha salvado. La vida plena es el único remedio cuando los límites del conocimiento nos dicen: “Para lo suyo mi amigo… Para lo suyo, no tengo ninguna receta”. ……………………………………………………………………………………………. Ustedes creen que esto fue “puro cuento” ? Lamento desilusionarlos! Este cuento está basado en una historia real. Por qué nos costará vivir cada segundo como si fuera el último?

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